sábado, 17 de diciembre de 2011

El éxtasis de Santa Teresa (Bernini)




















Video Escultura Bernini 2,30 m en:
http://www.youtube.com/watch?v=l0ghYhIEC50


Se trata de una obra maestra del arte Barroco realizada por el artista Gian Lorenzo Bernini entre 1647 y 1651 y por encargo del cardenal Federico Cornaro en Roma.





Gian Lorenzo Bernini fue un artista italiano completo; escultor, pintor, decorador, urbanista y arquitecto. Se trataba de un artista protegido y favorito del papa Urbano VIII, pero su sucesor Inocencio X (1644-1655), le mantuvo temporalmente excluido de los grandes encargos pontificios, aunque esta situación no se prolongó demasiado pues era difícil resistirse al atractivo de sus proyectos. Pero fue precisamente durante esta etapa de marginación, entre 1645 y 1652, cuando Bernini realizó esta obra del Éxtasis de Teresa de Jesús. Formaba parte de un encargo del Cardenal Cornaro, que consistía en remodelar el brazo izquierdo del transepto de la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma, para convertirlo en su capilla funeraria. Esta iglesia era de la orden de los carmelitas, a las que había pertenecido Santa Teresa, canonizada poco antes, en 1622. Con este encargo Benini posiblemente vio la ocasión de demostrar su valía como escultor y así dejar constancia de la injusticia que se había cometiendo contra él.

Tanto por el tema representado (arrebato místico de una santa recientemente elevada a los altares) como por el tratamiento que recibe (efectismo teatral, expresividad, agitación), el «Éxtasis de Santa Teresa» es una manifestación inequívoca del arte barroco, cuyo carácter propagandístico está, en este caso, al servicio de los valores ideológicos de Iglesia Católica que pretende reafirmar su autoridad y su doctrina con fuerza en un momento de incertidumbre general y crisis religiosa.

Su obra escultórica es un compendio de las características del estilo barroco. En ella destaca el movimiento exagerado, el hondo naturalismo que emanan las figuras representadas, las calidades texturales que superen el valor de lo «escultórico» dando a los paños la sensación de ingrávidos que contrastan con el peso de la mujer que se desploma. Bernini hace gala de dominio escultórico abordando el tema de las nubes (poco frecuente en la escultura) con ese deseo de subvertir los valores de cada una de las técnicas. En un momento del arte en que la sensación se impone al equilibrado renacimiento y donde la curva y la contracurva, el retorcimiento de las columnas, la búsqueda de mil perspectivas, la elección del momento más tenso o dramático o morboso hace gala en el arte, y donde los artistas se recrean en esta fiesta plástica destinada a aunar a la arquitectura con la escultura o la arquitectura con la pintura en una unidad excepcional, es cuando hemos llegado al arte Barroco, un estilo que los artistas italianos serán capaces de elevar a las más altas cotas de belleza y esplendor durante el siglo XVII.
En estos años Europa era un conjunto de Estados enmarcados por el poder papal y por el poder real. Con una lógica basada en que la verdad está en quien detenta el poder, la Iglesia Católica enseña el Evangelio con lo mejor del arte. Roma ha renunciado a las naciones protestantes pero quiere controlar a las católicas y la exigencia de su palabra la basará en el esplendor del oro y la riqueza. Por otro lado, el monarca, y con un razonamiento similar, quiere imponerse a sus ciudadanos deslumbrándolos con su ostentoso palacio. Es el momento de la exhibición en el arte. Pero el Barroco es un estilo italiano, y éstos jamás olvidarán su herencia clásica, su optimista renacimiento, su tendencia al equilibrio, su búsqueda de la armonía y la proporción, su natural ponderación en el arte. En eso se diferenciará del Barroco francés tan dado a la frivolidad, o del español más dado a la exageración. También es cierto que en Roma viven los príncipes de la Iglesia y éstos serán los principales mecenas.

La iconografía, por descontado, religiosa. El Éxtasis de Santa Teresa es un grupo escultórico de bulto redondo. Representa a dos figuras en el interior de un retablo transparente. Las dos figuras se comunican entre sí a través de sus movimientos, una está levantada y la otra yace recostada a sus pies. Se trata de un ángel enviado por Dios a la monja española Teresa de Cepeda y Ahumada. La capilla Cornaro, ideada por el maestro, es una explosión de mármol y metal, blancos y dorados que llenan la composición. La combinación de materiales que el artista utiliza permite un juego de contrastes muy afín a la tipología del momento. La piedra dura y fuerte del mármol consigue la sorprendente sensación de ligereza por ese cerco de nubes en el que se eleva la santa, y también ayuda la combinación de rayos dorados que permiten la impresión de ascensión de las esculturas en un marco abierto. El mismo contraste se puede vislumbrar entre la suavidad del cuerpo del ángel, con la dureza de pliegues quebrados de la santa que no se sabe si cae o se incorpora sobre la algodonosa y blanda nube.

La cúpula tiene frescos con un cielo de trampantojo, repleto de querubines, y con la luz descendente del Espíritu Santo representado en forma de paloma. La luz es otro de los efectos escenográficos buscado en esta composición. Hay una ventana en la parte superior (tras el frontón) que ilumina de forma clara los rayos dorados consiguiendo un contraste de luces y sombras entre éstos y las dos figuras que quedan en una semioscuridad propiciada por la capilla. Estos contrastes resaltan el sensible momento que se vive.

Bernini trata que los fieles que observan la obra participen de la pasión de la santa. Por eso toda la obra se representa como una escena teatral, muy propia del Barroco, donde Teresa y el ángel son el acto principal y los miembros de la familia del cardenal Cornaro observan desde los simulados palcos como espectadores de lujo. El punto de vista del grupo escultórico es único y frontal. Sólo de frente podemos contemplar el milagro que allí tiene lugar.

El conjunto representa un momento místico en la vida de Teresa de Jesús, la santa española (1515-1582) que fue escritora y reformadora de la sociedad religiosa de su tiempo. Se muestra un instante de éxtasis religioso. Dicho encuentro con Dios es narrado por la propia Teresa en el libro de su Vida donde cuenta como un ángel le atraviesa el corazón con un dardo de oro. Bernini escoge el momento en que el querubín saca la flecha del pecho y muestra el arrebato de sentimientos en la mujer que se debate entre el dolor y el placer según sus propias palabras.
«Vi a un ángel junto a mí hacia el lado izquierdo en forma corporal… No era grande, sino pequeño, muy hermoso, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles más elevados, que parece todos se abrasan. Deben ser lo que llaman querubines… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacía lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento». Capítulo XXIX de Vida de Santa Teresa

Toda la obra destaca por su tensión dramática, la fuerza arrolladora de los personajes, el sobrecogedor sentimiento que envuelve la escena. Bernini consigue en ella complementar la arquitectura con la escultura en una sola. El conjunto escultórico y la capilla están unidos de tal forma que no puede apreciarse el arrebato de la santa sin contemplarlo en un todo. La propia composición de líneas cruzadas del Barroco marca el momento dramático entre una santa en la parte inferior de la composición y el ángel en la superior. A través del movimiento de estas figuras, de los pliegues que se mueven angulosos y zigzagueantes, del rostro de la santa que se contorsiona en su arrebato religioso y en la propia acción del ángel de sacar el dardo del corazón, Bernini consigue resumir todos los elementos propios de la escultura barroca. Es el valor de lo sensorial sobre lo racional. Es el tiempo para un arte coherente y lúcido pero lleno de movimiento y creatividad. Es un tiempo para grandes artistas. La perfección técnica de la obra es incuestionable. Los rostros de los representados buscan el máximo del sentimentalismo en la acción. El ángel mira a la santa con alegría y satisfacción. Pero la santa alcanza el paroxismo cuando a través de ella se contempla la vehemencia del momento. Con la boca entreabierta, los ojos entornados y la mano al corazón, el espectador es llevado de la mano de Bernini a participar en la emocionante escena. Ya Bernini demostró su valía como retratista con el Busto de Constanza Buonarelli donde destaca el naturalismo de la ejecución, pero quizás la obra que más nos recuerda a ésta que nos interesa es la que Bernini realizó de la Beata Ludovica Albertoni que murió en arrebato místico en Roma. El Barroco es un estilo artístico que durante mucho tiempo se consideró «decadente» y de poco mérito al compararlo con su antecesor, el Renacimiento, y su sucesor, el Neoclásico. El siglo XIX da un vuelco a esta interpretación. Obras como el Éxtasis de Teresa de Jesús enseñaron la maestría del momento y la genialidad del artista, Bernini

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