jueves, 3 de noviembre de 2011

La Catedral de Las Palmas de Gran Canaria






LA CATEDRAL DE LAS PALMAS. JOSÉ CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ.
I.E.S. “La Minilla”. Las Palmas de Gran Canaria





La obra

Autor: varios (véase el texto)

Materiales: cantería diversa, mampuesto, pumita

Cronología: siglos XVI-XX

Ubicación: barrio de Vegueta. Las Palmas de Gran Canaria.


CONTEXTO HISTÓRICO

La obra que nos ocupa se eleva en la capital grancanaria veinte años después de acabar su conquista, y apenas ocho desde que culminó el dominio de Tenerife (1496). El lugar escogido por los conquistadores para establecer su primer campamento (El Real de Las Palmas) fue la zona próxima a la ermita de San Antonio Abad (zona trasera de la catedral), lugar éste que presentaba suelo firme, a diferencia de los arenales propios de La Isleta y Alcaravaneras, así como abundante agua, que llegaba desde las medianías y cumbres de la Isla a través del barranco de Guiniguada, hoy cubierto en su tramo bajo por la carretera que nos permite el acceso al centro de la Isla.

Desde aquél núcleo originario, la urbe grancanaria se expandirá hacia el norte, de modo que pronto quedó limitada a los barrios de Vegueta y Triana, fajados al norte y sur por las murallas que la protegían. El resto quedaba extramuros. El bastión norte discurría por la actual calle de Bravo Murillo, mientras que el correspondiente al Sur se alzaba en la zona que hoy ocupa la vía Hernán Pérez. El flanco interno quedaba parapetado por el escarpe o risco, en el que pronto se levantó la fortaleza de San Francisco (trasera del actual Hospital militar). Las indicadas murallas serían derruidas en la segunda mitad del siglo XIX para permitir el avance de la ciudad hacia norte.

Al tiempo que la ciudad crecía, se poblaban tímidamente los espacios más incómodos, esto es, los ubicadas en el escarpe.

Como ya se advirtió en otro comentario (La Santa Cena de Ambrosius Franjen), pronto la ciudad vio nacer ingenios para la obtención de azúcar de caña, que aprovechaban las aguas aportadas por el Guiniguada.

La ordenación de la ciudad la refleja perfectamente en el siglo XVI Leonardo Torriani, ingeniero militar itálico a las órdenes de Felipe II, y en el XVII Pedro Agustín del Castillo. De esta última planimetría se ha realizado una maqueta bien didáctica, expuesta permanentemente en la Casa de Colón (Vegueta). Las trazas de Castillo reflejan convenientemente la obra que nos ocupa, así como la sede del Cabildo, Audiencia y cárcel, establecimientos hospitalarios, puentes que salvaban el ya reseñado barranco y toda una multitud de ermitas e iglesias- incluidos los seis conventos que albergó la urbe-, aparte, lógicamente, el entramado de viviendas. La capital grancanaria centralizaba asimismo el Santo Oficio.

Resulta pertinente expresar que el edificio de la catedral de Las Palmas quedó enfrentado durante largo tiempo al poder civil, el Cabildo de la Isla, ubicado al otro lado de la Plaza de Santa Ana. Con el régimen liberal, dicho sede pasó a acoger el Ayuntamiento de la ciudad. Poco después sufriría un terrible incendio (década de 1840) que provocó su ruina, de modo que se procedió a levantar la construcción actual. Como es bien sabido, las oficinas del Ayuntamiento se trasladaron posteriormente a la calle León y Castillo.


LOS CONCEPTOS GÓTICO Y GÓTICO-MUDÉJAR

A. Gótico: estilo artístico que se da en la Europa occidental desde la segunda mitad del siglo XII hasta el siglo XV. Este último siglo supone ya en Italia la aparición de las pautas del Renacimiento. El término gótico comenzó a aplicarse durante este período, el Renacimiento, con sentido despectivo.

B. Mudéjar: estilo arquitectónico que se extiende por la España cristiana entre los siglos XI y XV. Tal estilo muestra una mezcla de elementos cristianos, propios del arte románico y gótico, con otros musulmanes (utilización de madera, ladrillo, yeso y cerámica vidriada). El término mudéjar, en su origen, se refería a los musulmanes que vivían en zonas cristianas, pues la etimología de la palabra responde al árabe mudeyyen, esto es, aquellos a los que se les permite quedarse. Es en el siglo XIX cuando comienza a utilizarse el vocablo para aludir a las labores constructivas.

1.C. La arquitectura canaria hasta las últimas décadas del siglo XVIII. Las construcciones canarias hasta finales del Setecientos vienen encuadradas en lo que se conoce como el modo de construir mudéjar (gótico-mudéjar, renacimiento-mudéjar, barroco-mudéjar). Los rasgos propios de estos estilos europeos quedan limitados a determinadas zonas del edificio, en tanto que el resto sigue las pautas mudéjares. Contadas excepciones existen a esta situación, tales son la iglesia de los jesuitas de Las Palmas de Gran Canaria, o la de la Inmaculada Concepción en La Orotava, la primera alzada a mediados del siglo XVIII, la otra concluida en 1788, ambas de esquemas barrocos, y la espléndida fachada de lo que fue el Cabildo Civil palmero, hoy Ayuntamiento de la capital de la Isla.

EL GÓTICO EN CANARIAS

Las manifestaciones góticas en Canarias conviven con las pautas mudéjares. Nos vamos a encontrar, pues con construcciones que amalgaman los muros de mampuesto, las cubiertas de madera en artesa (armaduras), los alfices..., con los arcos apuntados y conopiales, las tracerías góticas, los vanos abocinados y aun las cubiertas abovedadas con nervaduras. En cualquier caso, y en este contexto, sólo la catedral de Las Palmas puede considerarse un edifico plenamente gótico en conjunto, pues presenta arbotantes y bóvedas estrelladas, aparte otros rasgos propios del estilo. El resto de las construcciones muestran únicamente elementos aislados del estilo, elementos que, por lo demás, se adentran en ocasiones en el siglo XVII.

Las pautas góticas, por otra parte, serían introducidas en Canarias ya, antes de acabar la conquista, por los normandos que emprendieron la conquista de Lanzarote y Fuerteventura (primeras décadas del siglo XV).

LA CATEDRAL DE LAS PALMAS

Introducción

La única sede catedralicia en Canarias hasta el siglo XIX es la de Las Palmas de Gran Canaria, dedicada a Santa Ana, la Madre de María. La primera sede del obispado, sin embargo, estuvo en Lanzarote, en la zona conocida como El Rubicón (municipio de Yaiza), desde 1404, recién comenzada la conquista de esta isla. Una vez se acabe de dominar Gran Canaria, en 1483, la catedral es traslada a esta Isla. Allí, en Vegueta, se levanta el primer edificio. Este recinto debió de ser muy pequeño, por lo que, cuando clarea el siglo XVI, se emprende la construcción de otro mayor. Los primeros trabajos se iniciaron, con toda probabilidad, en 1504, esto es, sólo ocho años después de que acabara la conquista de Tenerife. Ello explica que el pasado año 2004 se cumpliera el sexto centenario del nacimiento de la Diócesis y el quinto desde el comienzo de las obras de nuestra catedral actual.

Habrían de transcurrir varias centurias hasta que la actual provincia occidental (Santa Cruz de Tenerife) consiga, también, el establecimiento de una catedral en su territorio. Esto acontece en 1819, cuando regía los destinos de España Fernando VII. La catedral tinerfeña tuvo como sede la preexistente iglesia de los Remedios de La Laguna, entonces capital de la Isla, donde aún continúa, si bien el edificio anterior fue derribado a principios de siglo XX para elevar en su suelo la construcción actual, neogótica, salvo su fachada, que se mantuvo, realizada en el siglo XVIII bajo pautas neoclásicas.

Canarias cuenta, pues, con dos diócesis (sedes de obispos), la Canariense-Rubicense (provincia oriental) y la Nivariense (provincia occidental).

En ocasiones leemos u oímos hablar de la catedral de Arucas. Se da tal nombre a este edificio atendiendo a su estructura, pero no se trata realmente de una catedral, ya que no es sede de obispo alguno. Es, por lo demás, un edificio que responde a esquemas neogóticos, y fue realizado durante el pasado siglo XX.


Las fases constructivas[1]

El siglo XVI.

La catedral de Santa Ana no se levantó de una sola vez, sino por fases. La primer abarca desde 1504 hasta 1570, fecha en la que se paralizan las obras. En esta etapa intervinieron maestros foráneos (sevillanos, cántabros, vascos), pues Canarias no contaba aún con artífices capaces de realizar un edificio de tal entidad. Los trabajos se realizaron desde los pies hacia la cabecera, para así permitir el uso de la antigua sede mientras se elevaba del nuevo edificio. El modelo que siguió esta obra fue, sin duda, la catedral sevillana, elevada en el siglo XV sin girola y con bóvedas de nervios combados. Aún en el siglo XVI, la obra de Santa Ana llegó hasta los pilares previos al cimborrio, y aquí pararon los trabajos.

Según el primer proyecto, el edificio iba a contar con tres naves y dos más de capillas, a desigual altura, esto es, la central más alta que las laterales. Luego se decide dejar las tres principales a una elevación similar. Si deambulamos por el interior del recinto observamos bóvedas nervadas de terceletes, todas iguales, y una estrellada de nervios combados, éstos propios del gótico final, como se advertía en la catedral sevillana. Los pilares, en puridad columnas, despliegan delicados baquetones. En el exterior percibimos los contrafuertes y pertinentes arbotantes, éstos de escasa inclinación, habida cuenta de la igualdad de altura en las naves principales.

Los materiales empleados en la obra fueron la cantería (gris, amarilla y parda), mampuesto para los muros internos y zonas hoy encaladas – nos los advierten los paramentos a la luz de la inconclusa iglesia del Sagrario-, así como piedra pómez, presentes en ciertas zonas de bóvedas, habida cuenta de su escaso peso.

La fachada lució dos torres octogonales, elevadas ya en el siglo XVI, de claro recuerdo portugués, hoy evidentemente desaparecidas. Nos queda, sin embargo, un testigo, la copia que se realizó, a principios de siglo XVIII, para la iglesia del Pino en Teror. Las ventanas se cierran con arcos apuntados, mientras que las primitivas, hoy ciegas, presentan arcos de medio punto. Las vidrieras que luce el edificio son posteriores a 1920. En su momento, el cabildo catedral planteó encargar algunas a Flandes, pero resultaban excesivamente caras, por lo que tal proyecto fue aparcado.

Los siglos XVII y XVIII.

El siglo XVII y la primera mitad del siguiente suponen un largo paréntesis, hasta que llega a Canarias el racionero (religiosos secular que ocupa un cargo en el Cabildo Catedral) Diego Nicolás Eduardo (Tacoronte, 1798), quien había aprendido los rudimentos de la arquitectura a su paso por Granada y Segovia. Decide entonces este religioso continuar el edificio. En vez de acudir a las pautas neoclásicas, imperantes hasta entonces, realiza la ampliación hasta la cabecera actual siguiendo las estructuras góticas, para mantener así la uniformidad de la obra. El edificio constituyó entonces una planta de cruz latina, con tres naves a igual altura y dos más de capillas, y en el crucero se elevó el sorprendente cimborrio con linterna. En la zona sur quedaba el Patio de los Naranjos, que permitía el acceso al edificio a través de una puerta de rasgos renacentistas elevada en el siglo XVII. Mientras, el costado norte estaba reservado para realizar la capilla del Sagrario, obra nunca construida.

Siglos XIX y XX.

Es necesario adentrarse en el siglo XIX para ver concluida una parte de su fachada y el exterior del testero, ahora sí en estilo bajo pautas clasicistas. La construcción continuaría a principios del siglo XX, momento en que se realiza el templete.

Esta fachada nos muestra la superposición de órdenes, pilastras corintias y compuestas y un frontón curvo que engulle a otro triangular, solución que ya habíamos visto en la cúpula de San Pedro del Vaticano (Miguel Ángel) o la fachada de la iglesia de Il Gesú (della Porta), ambos ejemplos renacentistas. La zona central del segundo cuerpo acoge un rosetón, verdadera antesala del que, realizado en el siglo XVI, se observa desde el interior del edificio.

La zona interna de la fachada nos deja ver, tras el adecentamiento que experimentó el recinto en los primeros años del siglo actual, los accesos que tenían las ya indicadas torres caracoles u octogonales, derribadas para hacer el frontispicio actual. En el hueco que se abre en el lado del Evangelio cuelga una campana, regalada por la colonia neerlandesa en la ciudad, en rememoración del ataque a la ciudad que, en 1599, llevó a cabo el pirata de ese origen Pieter van der Does, quien se llevó las que tenía entonces el edificio

Los artífices

El primer maestro de obras que interviene en la catedral, Pedro de Llerena, fue contratado en Sevilla en 1504. Éste diseña una nave central, más alta, y otras laterales más bajas, hacia las cuales se abrían capillas. Las obras se paralizan más tarde por falta de dinero, y serán reemprendidas por Juan de Palacios, natural de Santander. Dicho maestro cambia el esquema de Llerena, pues realiza unas trazas que suponen la elevación de las naves laterales hasta dejarlas a la altura de la central y realiza pilares de sección circular, al tiempo que levanta las primeras bóvedas nervadas. A mediados del siglo llegan los vascos Martín de Narea y Pedro de Narea. El primero sigue levantando bóvedas de terceletes y estrelladas, mientras que Pedro muestra ya rasgos del Renacimiento, como son los capiteles de la capilla de la Antigua. El ingeniero militar italiano Próspero Cassola realiza la fachada clasicista, flanqueada por las dos torres caracoles.

El siglo XVII supone pocos añadidos, prácticamente el patio de los Naranjos y la llamada Puerta del Aire, ya plenamente renacentista, debidos a Juan Lucero.

Habrán de transcurrir más 150 años hasta que se reanuden las obras, dirigidas por Diego Nicolás Eduardo, a quien ya citábamos. Este religioso se decanta, para el exterior, por los rasgos neoclásicos. Diseña, así, una fachada y cabecera en este estilo. La primera fue comenzada realmente por José Luján Pérez, quien la dejó inacabada. Las últimas intervenciones se deben a los arquitectos Laureano Arroyo y Fernando Navarro. Este último dirige la construcción del templete (principios del siglo XX).

IMPORTANCIA DE LA OBRA

La catedral canariense, pues, ofrece un interior de rasgos góticos, envuelto en un caparazón neoclásico, en el que despuntan los contrafuertes y arbotantes. A pesar de los intentos por dejar un espacio desahogado en torno a la sede, poco se consiguió, pues, como vemos, las viviendas se arraciman en torno al egregio recinto.

Esta construcción constituye la única obra realizada con pautas del gótico culto en Canarias. Hasta el siglo XVIII no volveremos a encontramos con edificios cerrados bóvedas. El primero de ellos lo fue el templo de la compañía de Jesús en la capital grancanaria (templo de San Francisco de Borja). Algo más tarde, se emprendería la elevación de la iglesia que, dedicada a la Inmaculada Concepción, se alza en La Orotava.

El resto de las construcciones acometidas en Canarias hasta entonces responden a las pautas mudéjares, por lo que muestran cubiertas de madera, las armaduras, si bien pueden ofrecernos alguna bóveda o arranques propios del gótico culto, localizados en determinadas zonas (bóveda de nervios combados que cierra el cuerpo bajo de la torre de El Salvador en Santa Cruz de La Palma, arranques ojivales localizados en el baptisterio del templo que preside Nuestra Señora de Regla en Pájara, Fuerteventura).

Notas:

[1] La planta coloreada, con sus pertinentes leyendas, que se ofrece en la presentación ajunta, fue realizada en su momento por D. Antonio Sebastián Hernández Gutiérrez, profesor de la ULPGC. Aparece reproducida en VV.AA. (2001): Arte en Canarias. Siglos XV-XIX. Una mirada retrospectiva. Tomo I, p. 426.

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