CÚPULA DE SANTA MARÍA DE LAS FLORES (BRUNELLESCHI).
Comentario de J. Alberto Rodríguez Segura.
Comentario de J. Alberto Rodríguez Segura.
Vídeo historia de la construcción de la cúpula: 20 m, en:
http://vodpod.com/watch/4959114-la-cpula-de-florencia
La obra propuesta para el análisis es la cúpula de la catedral de Florencia, Santa María de las Flores, realizada por Brunelleschi entre 1420 y 1436.
La cúpula constituyó el elemento de cierre de la catedral gótica iniciada por Arnolfo di Cambio y continuada posteriormente por Giotto. Después de concluida la mayor parte de la edificación, sus constructores se encontraron con el problema de rematar el edificio. Debe tomarse en consideración el enorme espacio requerido para cerrar el tambor de planta octogonal, lo que suponía un gran reto para los constructores del momento. De hecho, Brunelleschi es designado para enfrentarse a tan poderoso desafío pues había sido el ganador del concurso convocado en 1418 por las autoridades florentinas para acabar la catedral.
Brunelleschi va a aplicar la forma de cubierta empleada en el mundo romano: la cúpula. Sin embargo, debe adaptarla a la naturaleza de la catedral, pues no puede realizar una cúpula semiesférica, por lo que opta por emplear un perfil propio del gótico, proyectando una cúpula apuntada. Con esta idea, Brunelleschi hace confluir los logros conseguidos por los constructores góticos con los presupuestos clásicos.
La maestría del arquitecto le lleva a adoptar soluciones realmente ingeniosas para solventar las dificultades de un edificio preexistente al que debe adaptarse. Así, el florentino para poder aligerar el inmenso lastre que supone la enorme cubierta idea un concepto de doble cúpula que le permite ahorrar peso y distribuir mejor los empujes. En el interior diseña una cúpula más apuntada que la externa, y entre ambas deja una cámara hueca que permite una mayor ligereza y construir un acceso a la parte superior de la misma para llegar a la linterna. El sistema de presiones se mantiene en equilibrio merced a la doble cúpula, pues la interior y la exterior se complementan para compensar sus fuerzas, permitiendo que el conjunto se mantenga sobre el crucero de la catedral. A ello se le une la presencia de una serie de semicúpulas de descarga bajo los óculos del tambor.
El material empleado por Brunelleschi , a diferencia de lo ocurrido durante el gótico, no será la piedra, pues le restaría ligereza al conjunto y no podría sostener una cúpula de semejantes dimensiones. Nótese que Brunelleschi realiza un proyecto que da como resultado una de as cúpulas mayores de la cristiandad. Por ello la realiza en su mayor parte con ladrillo y argamasa. En el interior se rodea de grandes anillos de vigas de madera a modo de cimbra, unidas entre sí por barras de hierro.
La obra presenta una imponente apariencia con 8 aristas cubiertas de ladrillo rojo que coinciden con cada una de las caras del tambor sobre el que se asienta. Presenta un aspecto apuntado que es acentuado por el perfil que dibuja la curvatura de los nervios de mármol blanco y que ascienden hacia la cúspide. Sin embargo, son las nervaduras interiores las que adquieren una mayor relevancia en cuanto a la función de sujeción y distribución de empujes, siendo las exteriores un elemento decorativo, factor que también es valorado por el arquitecto toscano
Rematando la cúpula aparece una linterna inspirada en los edificios circulares romanos y abierta al viento. Se convierte en punto de fuga de una obra que se sitúa a una altura superior a la del resto de las construcciones florentinas del momento. Con ello se consigue dominar la perspectiva y organizar el espacio urbano. Debemos recordar a este respecto que Brunelleschi fue el descubridor de la perspectiva moderna como lo atestiguan sus enormes esfuerzos por mejorar los aspectos geométricos y matemáticos en sus obras, en aras de aportar a las mismas una mayor sensación de realismo.
Una vez terminada la construcción se aprecia la capacidad de Brunelleschi para adaptarse a la edificación preexistente, proyectando una obra en perfecta armonía con las líneas góticas en las que se asienta. La cúpula de Santa María de las Flores refleja con sus bellas líneas la nueva época cultural y artística que ahora comienza, introduciendo novedades constructivas basadas en el mundo clásico. Es por ello que se la considera la primera obra renacentista, ya que utiliza los principios clásicos de forma notable. Brunelleschi aprende los fundamentos del arte clásico en Roma, a donde acude con su amigo Donatello, y posteriormente trata de aplicarlos a sus nuevas creaciones. Precisamente, la cubierta del Panteón en la capital italiana se convirtió en el antecedente claro y el ejemplo a seguir para su creación. Posteriormente, su obra tendrá influencias en otras posteriores, aunque será la cúpula de San Pedro en El Vaticano, realizada por Miguel Ángel, su consecuente más directo.
Como se ha señalado, la cúpula de Santa María de las Flores marca el inicio del Renacimiento en lo que al arte se refiere. En este sentido se antoja fundamental analizar las directrices socio-artísticas que marcaron el período artístico que se prolongó durante los siglos XV y XVI.
Primeramente debe señalarse la relevancia que vuelve a adquirir la Antigüedad Clásica, al socaire del humanismo que ve en la época de Grecia y Roma una etapa de esplendor cultural que se opone al período medieval. El atraso de las artes y la cultura durante el medievo es visto con preocupación. A ello hemos de unirle el nuevo punto de vista de los prohombres del Renacimiento que situaron al ser humano en el centro de la creación, gozando ahora de la significación que merece. El antropocentrismo se convierte de esta guisa en una de las características más relevantes del momento e impregnará con su espíritu la mayor parte de las manifestaciones culturales del periodo.
La particular situación de la Italia bajomedieval caracterizada por ciudades independientes que pugnan entre sí en pos de la supremacía socioeconómica, le permiten erigirse en un territorio adaptado a la nueva realidad cultural que a partir del siglo XV se atisba en territorio italiano. Debemos destacar la existencia de un entramado económico muy complejo en el que las ciudades italianas florecían merced a su dominio de las técnicas comerciales más avanzadas. A ello debemos agregarle la existencia de una amplia clase media compuesta por comerciantes y artesanos que permiten extender su influencia por todo el Mediterráneo.
En el campo artístico, destaca la concepción que posee el artista, que pasa de ser un mero artesano a un creador. Su nombre aparece junto a su obra y su consideración social aumenta de forma significativa. Se trata de una persona culta que se ha ido formando en talleres de otros artistas, que ha adquirido un bagaje cultural estudiando obras de la antigüedad in-situ y que estudian los tratados sobre arte que a partir de este momento empiezan a proliferar por el solar europeo.
Aparece, además, la figura del mecenas que se convierte en uno de los elementos fundamentales de la realidad artística. Nobles y burgueses enriquecidos, movidos por una avidez de satisfacer sus necesidades culturales, a la par que de prestigio social, se rodean de artistas y pensadores a los que amparan y sufragan. Los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua y, sobre todo, los Médicis en Florencia se convierten en algunos de los más importantes impulsores de artistas renacentistas hasta que la primacía de la ciudad de Roma empieza a ejercer su capacidad de atracción sobre los creadores y el papado se erige como el principal símbolo de mecenazgo artístico. También adquiere una gran trascendencia la figura del comitente, que dona obras mayoritariamente a instituciones religiosas por su carácter devoto y por su intención de medrar socialmente y granjearse el respeto de sus coetáneos.
Otro aspecto reseñable es la temática, que se amplía notablemente con respecto al gótico. Si bien es cierto que los temas religiosos siguen ostentando un gran peso, aparecen obras mitológicas, escenas de la vida cotidiana, retratos, etc. A esta variada casuística se le une una mejora técnica notoria, que avanza rápidamente desde las creaciones más arcaicas del primer Renacimiento hasta las más elaboradas del Manierismo.
En arquitectura apreciamos una vuelta al empleo de las formas de la Antigüedad, con la recuperación de los 5 órdenes clásicos, los arcos de medio punto, frontones, el predominio del empleo de las figuras rectilíneas, etc. Destacan obras como San Pedro en El Vaticano, en el que participan algunos de los mayores representantes de la arquitectura renacentista italiana, como Miguel Ángel y Bramante. También, tendrán cabida las edificaciones civiles, entre las que gozan de un gran protagonismo los palacios como el Pitti de Brunelleschi o el Rucellai de Alberti.
La pintura empieza a mostrar un inusitado carácter propio e independiente, ya que no se halla exclusivamente sometida a la arquitectura. Aunque sigue existiendo pintura al fresco y obras como la Última Cena de Leonardo o la Trinidad de Masaccio constituyen un ejemplo significativo a este respecto, lo cierto es que la tabla y luego el lienzo se convierten en los soportes preferidos. El repentino auge de la técnica pictórica junto a la variedad temática, permiten un enorme avance con respecto al gótico. El estudio de la perspectiva, el tratamiento de la luz y el color, la vivacidad del movimiento, el realismo y las características iconográficas que aparecen en las obras nos desvelan que nos encontramos en un período de gran profusión pictórica. Destacarán artistas como Botticelli, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo…
En cuanto a la escultura, debemos mencionar que adquiere un mayor protagonismo, al igual que la pintura, no viéndose sometida al marco en la que se inserta. Al contrario de lo que ocurría en el gótico, muchas obras son ideadas para ser situadas en espacios públicos, como ocurre con el David de Miguel Ángel o el Gattamelata de Donatello. Aparece una concepción de los personajes mucho más humana y realista. En lo referente a su técnica, se recupera la capacidad plástica clásica, destacando escultures como Donatello, Verrocchio o Miguel Ángel.
La cúpula constituyó el elemento de cierre de la catedral gótica iniciada por Arnolfo di Cambio y continuada posteriormente por Giotto. Después de concluida la mayor parte de la edificación, sus constructores se encontraron con el problema de rematar el edificio. Debe tomarse en consideración el enorme espacio requerido para cerrar el tambor de planta octogonal, lo que suponía un gran reto para los constructores del momento. De hecho, Brunelleschi es designado para enfrentarse a tan poderoso desafío pues había sido el ganador del concurso convocado en 1418 por las autoridades florentinas para acabar la catedral.
Brunelleschi va a aplicar la forma de cubierta empleada en el mundo romano: la cúpula. Sin embargo, debe adaptarla a la naturaleza de la catedral, pues no puede realizar una cúpula semiesférica, por lo que opta por emplear un perfil propio del gótico, proyectando una cúpula apuntada. Con esta idea, Brunelleschi hace confluir los logros conseguidos por los constructores góticos con los presupuestos clásicos.
La maestría del arquitecto le lleva a adoptar soluciones realmente ingeniosas para solventar las dificultades de un edificio preexistente al que debe adaptarse. Así, el florentino para poder aligerar el inmenso lastre que supone la enorme cubierta idea un concepto de doble cúpula que le permite ahorrar peso y distribuir mejor los empujes. En el interior diseña una cúpula más apuntada que la externa, y entre ambas deja una cámara hueca que permite una mayor ligereza y construir un acceso a la parte superior de la misma para llegar a la linterna. El sistema de presiones se mantiene en equilibrio merced a la doble cúpula, pues la interior y la exterior se complementan para compensar sus fuerzas, permitiendo que el conjunto se mantenga sobre el crucero de la catedral. A ello se le une la presencia de una serie de semicúpulas de descarga bajo los óculos del tambor.
El material empleado por Brunelleschi , a diferencia de lo ocurrido durante el gótico, no será la piedra, pues le restaría ligereza al conjunto y no podría sostener una cúpula de semejantes dimensiones. Nótese que Brunelleschi realiza un proyecto que da como resultado una de as cúpulas mayores de la cristiandad. Por ello la realiza en su mayor parte con ladrillo y argamasa. En el interior se rodea de grandes anillos de vigas de madera a modo de cimbra, unidas entre sí por barras de hierro.
La obra presenta una imponente apariencia con 8 aristas cubiertas de ladrillo rojo que coinciden con cada una de las caras del tambor sobre el que se asienta. Presenta un aspecto apuntado que es acentuado por el perfil que dibuja la curvatura de los nervios de mármol blanco y que ascienden hacia la cúspide. Sin embargo, son las nervaduras interiores las que adquieren una mayor relevancia en cuanto a la función de sujeción y distribución de empujes, siendo las exteriores un elemento decorativo, factor que también es valorado por el arquitecto toscano
Rematando la cúpula aparece una linterna inspirada en los edificios circulares romanos y abierta al viento. Se convierte en punto de fuga de una obra que se sitúa a una altura superior a la del resto de las construcciones florentinas del momento. Con ello se consigue dominar la perspectiva y organizar el espacio urbano. Debemos recordar a este respecto que Brunelleschi fue el descubridor de la perspectiva moderna como lo atestiguan sus enormes esfuerzos por mejorar los aspectos geométricos y matemáticos en sus obras, en aras de aportar a las mismas una mayor sensación de realismo.
Una vez terminada la construcción se aprecia la capacidad de Brunelleschi para adaptarse a la edificación preexistente, proyectando una obra en perfecta armonía con las líneas góticas en las que se asienta. La cúpula de Santa María de las Flores refleja con sus bellas líneas la nueva época cultural y artística que ahora comienza, introduciendo novedades constructivas basadas en el mundo clásico. Es por ello que se la considera la primera obra renacentista, ya que utiliza los principios clásicos de forma notable. Brunelleschi aprende los fundamentos del arte clásico en Roma, a donde acude con su amigo Donatello, y posteriormente trata de aplicarlos a sus nuevas creaciones. Precisamente, la cubierta del Panteón en la capital italiana se convirtió en el antecedente claro y el ejemplo a seguir para su creación. Posteriormente, su obra tendrá influencias en otras posteriores, aunque será la cúpula de San Pedro en El Vaticano, realizada por Miguel Ángel, su consecuente más directo.
Como se ha señalado, la cúpula de Santa María de las Flores marca el inicio del Renacimiento en lo que al arte se refiere. En este sentido se antoja fundamental analizar las directrices socio-artísticas que marcaron el período artístico que se prolongó durante los siglos XV y XVI.
Primeramente debe señalarse la relevancia que vuelve a adquirir la Antigüedad Clásica, al socaire del humanismo que ve en la época de Grecia y Roma una etapa de esplendor cultural que se opone al período medieval. El atraso de las artes y la cultura durante el medievo es visto con preocupación. A ello hemos de unirle el nuevo punto de vista de los prohombres del Renacimiento que situaron al ser humano en el centro de la creación, gozando ahora de la significación que merece. El antropocentrismo se convierte de esta guisa en una de las características más relevantes del momento e impregnará con su espíritu la mayor parte de las manifestaciones culturales del periodo.
La particular situación de la Italia bajomedieval caracterizada por ciudades independientes que pugnan entre sí en pos de la supremacía socioeconómica, le permiten erigirse en un territorio adaptado a la nueva realidad cultural que a partir del siglo XV se atisba en territorio italiano. Debemos destacar la existencia de un entramado económico muy complejo en el que las ciudades italianas florecían merced a su dominio de las técnicas comerciales más avanzadas. A ello debemos agregarle la existencia de una amplia clase media compuesta por comerciantes y artesanos que permiten extender su influencia por todo el Mediterráneo.
En el campo artístico, destaca la concepción que posee el artista, que pasa de ser un mero artesano a un creador. Su nombre aparece junto a su obra y su consideración social aumenta de forma significativa. Se trata de una persona culta que se ha ido formando en talleres de otros artistas, que ha adquirido un bagaje cultural estudiando obras de la antigüedad in-situ y que estudian los tratados sobre arte que a partir de este momento empiezan a proliferar por el solar europeo.
Aparece, además, la figura del mecenas que se convierte en uno de los elementos fundamentales de la realidad artística. Nobles y burgueses enriquecidos, movidos por una avidez de satisfacer sus necesidades culturales, a la par que de prestigio social, se rodean de artistas y pensadores a los que amparan y sufragan. Los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua y, sobre todo, los Médicis en Florencia se convierten en algunos de los más importantes impulsores de artistas renacentistas hasta que la primacía de la ciudad de Roma empieza a ejercer su capacidad de atracción sobre los creadores y el papado se erige como el principal símbolo de mecenazgo artístico. También adquiere una gran trascendencia la figura del comitente, que dona obras mayoritariamente a instituciones religiosas por su carácter devoto y por su intención de medrar socialmente y granjearse el respeto de sus coetáneos.
Otro aspecto reseñable es la temática, que se amplía notablemente con respecto al gótico. Si bien es cierto que los temas religiosos siguen ostentando un gran peso, aparecen obras mitológicas, escenas de la vida cotidiana, retratos, etc. A esta variada casuística se le une una mejora técnica notoria, que avanza rápidamente desde las creaciones más arcaicas del primer Renacimiento hasta las más elaboradas del Manierismo.
En arquitectura apreciamos una vuelta al empleo de las formas de la Antigüedad, con la recuperación de los 5 órdenes clásicos, los arcos de medio punto, frontones, el predominio del empleo de las figuras rectilíneas, etc. Destacan obras como San Pedro en El Vaticano, en el que participan algunos de los mayores representantes de la arquitectura renacentista italiana, como Miguel Ángel y Bramante. También, tendrán cabida las edificaciones civiles, entre las que gozan de un gran protagonismo los palacios como el Pitti de Brunelleschi o el Rucellai de Alberti.
La pintura empieza a mostrar un inusitado carácter propio e independiente, ya que no se halla exclusivamente sometida a la arquitectura. Aunque sigue existiendo pintura al fresco y obras como la Última Cena de Leonardo o la Trinidad de Masaccio constituyen un ejemplo significativo a este respecto, lo cierto es que la tabla y luego el lienzo se convierten en los soportes preferidos. El repentino auge de la técnica pictórica junto a la variedad temática, permiten un enorme avance con respecto al gótico. El estudio de la perspectiva, el tratamiento de la luz y el color, la vivacidad del movimiento, el realismo y las características iconográficas que aparecen en las obras nos desvelan que nos encontramos en un período de gran profusión pictórica. Destacarán artistas como Botticelli, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo…
En cuanto a la escultura, debemos mencionar que adquiere un mayor protagonismo, al igual que la pintura, no viéndose sometida al marco en la que se inserta. Al contrario de lo que ocurría en el gótico, muchas obras son ideadas para ser situadas en espacios públicos, como ocurre con el David de Miguel Ángel o el Gattamelata de Donatello. Aparece una concepción de los personajes mucho más humana y realista. En lo referente a su técnica, se recupera la capacidad plástica clásica, destacando escultures como Donatello, Verrocchio o Miguel Ángel.
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